Publicado el 19 de septiembre de 2015 | El Nuevo Día
Por: Osman Pérez Méndez
Está sentado en una silla, esperando tranquilamente que pase el tiempo para asegurarse de que el medicamento que recibió como parte de su terapia no produzca ningún efecto indeseado. Cheo, como prefiere que le llamen, no luce intranquilo, ni desesperado, como podría pensarse que estaría alguien que pasa por un proceso para curar su adicción a drogas.
Y es que el propio Cheo asegura que su exitosa transformación se debe en buena medida a todo el tratamiento integral que recibe con una diversidad de especialistas en la Clínica Pitirre, que la organización Iniciativa Comunitaria corre en el Hospital Universitario Dr. Ramón Ruiz Arnau, de Bayamón.
Cheo es uno de los que está citado ese día, como parte de un calendario lo suficientemente organizado para que en la sala de espera no se observe una muchedumbre ávida de recibir atención. Por el contrario, apenas un puñado de pacientes, en su mayoría hombres, aguardaban tranquilamente porque los llamaran, sentados en cómodos butacones, algunos de ellos mirando una película animada que se proyectaba en un televisor, a un volumen prácticamente inaudible.
Uno de ellos comentó cuán sofisticada era la animación al punto que se podían ver detalles de las plumas de los búhos protagonistas del filme. Apenas terminó su comentario, le llamaron para que entrara a una sala, donde aguardaba un especialista.
Entre los pacientes que se esperaba acudieran a la clínica ese día estaba una mujer que finalmente no llegaría. De hecho, era una persona que iniciaría su tratamiento contra la adicción, momento que teníamos la intención de narrar. Ese percance fue lo que nos llevó hacia Cheo, quien por el contrario está en una fase bastante adelantada de su tratamiento.
De camino, conocimos un poco más de la clínica, el área sicosocial, el área médica, la enfermería, terapia grupal, terapia ocupacional, sicólogo, siquiatra, el área espiritual que cuenta con un capellán, los tratamientos alternativos que incluyen masajes y acupuntura, en fin, todo un sistema para atender la adicción de una manera integral.
Las doctoras Stefanie Manzano, Bernadette Montes y Olga Cruz se aproximaron para responder nuestras preguntas. Describieron algunos de los procesos de la clínica, como el tratamiento contra la adicción a opiáceos (como la heroína) con suboxone, un medicamento que combina buprenorfina y naloxone y que administran de forma tal que sus dosis van disminuyendo paulatinamente hasta que la persona deja de sentir la necesidad de usarlo. También mencionaron las curas a pacientes con úlceras tan severas que en algunos casos se consideraba que no quedaba más remedio que amputarle miembros.
Entre todo eso resaltaron increíbles historias de recuperación y éxito, como la de un joven en pésimo estado que vivía bajo un puente y no podía ni caminar por los daños que había sufrido en la cadera tras un accidente.
“Salió de aquí completamente funcional y caminando. Se le consiguió la operación de la cadera. Era otra persona. Se le hicieron los dientes y todo”, decía con orgullo Cruz. “Ya tiene trabajo y tiene su propio apartamento por Plan 8”.
Preguntamos por la paciente que esperábamos. Al percatarse que nuestra intención original no se iba a poder concretar, las doctoras sugieren acercarnos a Cheo. Es así que acabamos ante el campechano paciente.
La doctora Montes explica brevemente cómo llegó Cheo allí, y destaca que en su proceso de cura “ha sido bien apegado al tratamiento, con la dosis mínima, que no se le ha tenido que alterar. Lleva ya un año entero superbién, estable”.
Pero de ahí en adelante, Cheo se adueña de explicarlo todo él mismo.
“Gracias a Dios ahora estamos en la etapa (de recibir el medicamento) mensual, en la parte de bajar la dosis. Vamos a bajarlo a ver cómo responde mi cuerpo a la retirada”, explica en tono pausado, y mostrando gran entendimiento de su adicción y del tratamiento.
Cheo, según él mismo relata, comenzó con las drogas desde los 17 años. Para entonces ya había experimentado la cárcel juvenil y hogares de rehabilitación, así como la rudeza de la calle y la presión de grupo y las malas amistades.
Cuenta que pasó “por muchos detox” y también se sometió a tratamiento con metadona que “no me funcionó”. En algún momento se fue a los Estados Unidos continentales y estuvo un tiempo “limpio”, pero solo para volver a caer en la droga. Regresó a Puerto Rico, donde las cosas se ponían cada vez peor para él, al punto que su familia le llegó a poner un reclamo en el tribunal para que intercediera y lo enviara a tomar terapias. Así llegó a la clínica de Iniciativa Comunitaria en Juncos, y de allí a Pitirre.
“Esto es un proceso, paso a paso. Es difícil, pero se puede. Ellos (el personal de la clínica) haciendo su parte, y yo haciendo la mía. Así he podido lograr muchas cosas.”, reflexiona Cheo, antes de desbordarse en halagos y agradecimientos para los trabajadores de la clínica.
“El personal que está aquí cree en lo que hace. Y bregar con una población como nosotros no es fácil. Pero aquí yo siento que llegué al cielo. Te atienden, te escuchan. Está todo bien organizado. Es un equipo terapéutico sólido”, agrega Cheo, destacando que ha tomado terapias de acupuntura que le han ayudado a manejar la ansiedad.
Cheo explica que en cada visita le hacen una prueba de dopaje para confirmar que se mantiene sin usar drogas. Comenta que es posible que el paciente recaiga, pero que en ese caso le toca actuar con sinceridad y explicar qué le pasó para enfrentar la situación en equipo.
“El proceso es bien difícil. Acuérdate que nosotros los adictos no estamos acostumbrados a ser responsables. Vivimos para mantener el vicio, tu vida gira en torno a eso”, explica Cheo. “Muchos recaemos. Pero aquí te preparan, te ayudan. Y no he pensado en la droga, rendirme, recaer. Le das en la cara al problema. Empiezas a pensar. Te dan todas la herramientas que necesitas”.
Cheo resalta el hecho de que se mantienen “conectado con el sitio (la clínica). Porque esto es para toda la vida. Si bajamos la guardia, caemos. Es como el boxeador, si bajas la guardia, te dan un puño. Tenemos que estar con la guardia en alto siempre. Lo más importante es que tienes que tener el deseo”.
Cheo ya logró limpiar su récord para tener su certificado de buena conducta para poder trabajar. También tiene planes de estudiar algún grado asociado para tener un buen empleo. También recibió un tratamiento experimental para la hepatitis C que había adquirido por usar droga, y todo apunta a que eliminó la afección.
Antes de despedirnos, Cheo reflexiona sobre el estigma que la sociedad pone sobre los adictos, y aseguró que son personas que “también estamos sufriendo”. Afirma que con un poco de paciencia y “sitios como este, sin fines de lucro, solo interesados en ayudar” se puede salir adelante. Ya en el pasillo, bromea con la gente de la clínica, diciendo que la semana próxima estaría dando autógrafos en una farmacia.
En otro salón, mientras, comienza otra sesión, de terapia ocupacional. El joven Geovanny García se sienta frente al terapista David Reyes, y comienzan a repasar un plan de acción enfocado en el diario vivir, el tiempo libre y metas productivas.
García ya ha expresado su interés en estudiar, específicamente refrigeración, y tiene un trabajo a tiempo completo, por lo que Reyes gira los esfuerzos a encontrar las alternativas de estudio que se ajusten a lo que desea estudiar el joven.
“Tú ya tienes cuarto año, y eso es un gran paso. Ahora vamos a ver dónde se puede aprender (refrigeración), qué colegios hay, cuáles son las especialidades”, explica Reyes. “La estrategia es identificar esos colegios cerca de donde vives, ver los horarios disponibles, ver qué ayudas pueden estar disponibles”.
Tras dialogar por un rato, García comienza a mostrar algo de impaciencia. Reyes le dice que ya están acabando y logra interesarlo nuevamente en la conversación.
El terapista insiste en la importancia de mantenerse ocupado en cosas positivas para poder apoderarse de su futuro. Mientras trazan una estrategia ocupacional en conjunto, Reyes también le recalca la importancia de cambiar a hábitos de vida más saludables, como controlar la rutina de sueño y la alimentación. Finalmente lo despide con la asignación de identificar los colegios con sus horarios y especialidades para que sea el punto de partida para la próxima cita. García se marcha feliz, regalándole un apretón de mano y una sonrisa, y dando otro paso más hacia su recuperación.